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"jenet" (jinete)
Efraïm Rodríguez Es obvio que en la obra de Efraïm Rodríguez (Valencia, 1971) no nos enfrentamos ante una caso de recuperación tradicional de la obra escultórica, a pesar de ciertos parecidos superficiales que puedan invitar a ello. Pero es obvio también que en la obra de este artista plástico contemporáneo de formación académica no nos hallamos ante aquel concepto de escultura que en su día propusiera Brancusi, al decir que la forma escultórica se expandía hacia el infinito, que había que buscar su auténtica dimensión en el espacio entorno. En las obras de Efraïm Rodríguez creo que, al contrario, se contraen, penetran hacia ellas mismas, y lo que nos proponen es que nos preocupemos mas por las intenciones con las que el artista elaboro la obra que no por las formas que la obra misma presenta. Sin descuidar en absoluto, por supuesto, su presencia objetiva, que es, precisamente, lo que nos invita a penetrar en su interior. Es en este sentido que la obra es preocupante: está ahí presente y es objetiva, pero su visión inquieta; hay en las formas unos inicios de desmoronamiento, de desestructuración, que provocan el interrogante sobre que es lo que se propone su autor al ofrecernos estas obras, todas ellas de una obviedad identificativa inmediata, que apercibimos acto seguido que no es correcta, atendido que la forma de la figuración que se nos presenta, la del nino-a que nos muestra, se halla en un estado psicológico -la escultura en su objetividad nos invita a hacer esta aproximación formal- perturbador. Pero lo que aun nos inquieta más, en este acercamiento a la objetividad de la obra, es que los rasgos faciales, tanto los de las personas como los de los animales representados, no son extemporáneos sino que muestran los que consideramos normalizados. Donde empieza la inquietud para el observador -y creo que también para el artista- es en el complemento corpóreo y en el de la vestimenta, que son los límites desde los que debería iniciarse el áurea, si se tratara de una escultura realista. Superada la facialidad objetiva empieza la descuartización, tanto de las restantes partes del cuerpo como la de los envoltorios y hábitos con los que la figuración pueda hallarse representada. Las incisiones en el soporte, cortantes, desiguales, insólitas, invitan a que la percepción deje de orientarse hacia una esperada perfección formal para cuestionarse sobre la motivación. En muchas ocasiones, el artista ofrece un fuerte contraste entre la perfección facial, e incluso del cuerpo físico (en las ocasiones en que trabaja, por ejemplo, con resinas, con poliéster, bronce o porcelana), y la del resto de la imagen.
Arnau Puig.
Efraïm Rodríguez Galería 3 punts. Barcelona. C/Aribau, 75. Hasta el 10 de enero de 2004
Blanco y Negro, cultural, 27-12-2003. p 32. |